Expuesto en 1950 un artículo(computing machinery and inteligence) para la revista Mind, sigue siendo hoy día una de las cabezas de lanza de los defensores de la Inteligencia Artificial.
Está fundamentado en la hipótesis de que, si una máquina se comporta en todos los aspectos como inteligente, entonces debe ser inteligente.
La prueba consiste en un desafío. La máquina ha de hacerse pasar por humana en una conversación con un hombre a través de una comunicación de texto estilo chat. Al sujeto no se le avisa si está hablando con una máquina o una persona. Si el sujeto es incapaz de determinar si la otra parte de la comunicación es humana o máquina, entonces se considera que la máquina ha alcanzado un determinado nivel de madurez: es inteligente. Todavía ninguna máquina puede pasar este exámen.
Existe una versión modificada, propuesta por John Searle y popularizada por Roger Penrose, la sala china. En esencia es igual, pero la ejecución del algoritmo la realizan personas encerradas en una habitación y se requiere que las personas de la habitación no conozcan el idioma en que se realiza la conversación.
Pese a la brillantez de Penrose, esta modificación no aporta nada al problema, puesto que si los operadores consiguen comprender la conversación, lo harían gracias a su propia inteligencia. Por otra parte, pese a lo aparentemente absurdo de la proposición, la sala podría pasar la prueba de Turing sin que los operadores hubieran comprendido nada de la conversación. Esta experiencia intenta cuestionar la veracidad de la prueba de Turing.